¿ JUGAMOS AL PING-PONG ?
Ya sé que no se está mucho por la labor de escribir recuerdos en el blog, pero hay que dar la bienvenida a él despues de las vacaciones estivales. Animado por la música de fondo, de la cadena donde trabaja nuestro compañero Pepe Abril, me dispongo a recordar algunas cosillas.
En los primeros años del colegio, los que eramos de Granada, eramos recogidos por los frailes en un autobús que paraba en los Jardines del Triunfo de Granada. Asusta nada más que recordar la cantidad de curvas, de camiones y el tiempo que echabamos en llegar a Baeza. Recuerdo que los provenientes de la parte de Guadix, José Rabaneda, Manuel Valdivia y Maturano, lo pasaban bastante mal en los viajes por los mareos en los primeros años, casi siempre iban acompañados de una bolsa para las vomitaduras. Con el tiempo fue pasando.
La primera parada la haciamos en la Venta de la Nava, que está justo en el cruce de Iznalloz. Allí soliamos comernos los bocadillos que nos habian preparado nuestras familias. Recuerdo haber recibido una lección en ese lugar, por nuestro compañero fraile José Molina, al enterarme por primera vez de lo que era un pepito, como le llamaban ellos, es decir un montadito de lomo que solían pedir en la barra del bar. En el siguiente viaje ya dejé de lado el bocadillo frio y seco , por el montadito.
¡ Qué sensación tan extraña al llegar al colegio! esa algarabía de gente circulando por todos aquellos pasillo, por el patio, y por el sótano, donde estaban las mesas de ping pong, las primeras que veiamos en nuestra vida. Y que sensación mas reconfortante, tener a algunos paisanos mayores que nosotros y doblemente corpulentos, ya que cualquier problema surgido con alguien, siempre había una respuesta de amparo o defensa a nuestro favor, que eramos los pequeños. Y creedme que los problemas surgian aunque no los buscaras, siempre había alguien con ganas de darte un cachetazo, abusando de su veterania o de su corpulencia, hasta que todos supieron que no se nos podia tocar. Gracias a ellos, Juan Sierra, Francisco Bolivar, Rafael Civantos y Antonio Prieto, todos ellos de los Olivares. Esta gente que llevaban en el colegio un año más que nosotros, llamaban la atención al igual que el resto de veteranos porque iban vestidos con unos batines por encima de la ropa, al estilo de los que se llevan en el hospital, pero con colores mas apagados. Esa vestimenta dejó de usarse con nuestro curso. Seguro que lo recordais.
Hemos nombrado el sótano, las mesas de ping pong, de tenis de mesa, nombrandolas mas modernamente. Allí nos echabamos nuestras partidas, comenzamos a saber manejar aquellas raquetas y aquellas bolitas blancas, tan blandas. Recuerdo haber participado en alguna competición eliminatoria a nivel del colegio. Cada uno progresó según practicó o según sus habilidades.
Nuestro compañero Diego Povedano fue uno de los alumnos más aventajados. Retiro lo de uno, y lo cambio por el más aventajado.
Dentro del ramillete de frailes que teniamos como guías, el Padre Delfín ( ya sabeis el último pez), era el que mejor le daba al ping pong. Al principio me admiraba verle jugar, el dominio que tenia con la raqueta en ese juego. Nunca habia visto jugar a nadie así. Cuando se enfrentaba a alguno de nuestros compañeros, la paliza era de escándalo, no había forma de ganarle, y él lo sabía. Hasta que llegó nuestro compañero Diego. Su progresión fue gigantesca, en muy poco tiempo.
El Padre Delfin admitia todos los retos por parte de ese crio barbilampucho, engreido y soberbio, hasta que las tornas fueron cambiando y Diego le empezó a ganar. Ya le veía evitando muchos desafios que este le hacia, ya le rehuia y con razón. Diego llegaba a dominar los mates y todas habilidades del juego, no había quien le ganara, ni el propio Delfín.
Bueno me he pasado, ya seguiremos contando otro día. Un saludo.
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